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Un símbolo de la comida agridulce es la conocida salsa cantonesa, principalmente desarrollada para condimentar cortes de cerdo. Esta preparación, que Occidente acogió con los brazos abiertos, hoy incluye varios ingredientes, como vinagre de arroz, salsa de tomates, salsa de soya, salsa inglesa, morrón dulce, miel y sal, planteándonos un exigente reto a la hora de seleccionar el vino adecuado para armonizar con sus intensos y complejos sabores.
Hoy pensamos que la comida agridulce es sinónimo de cultura china. Pero la verdad es que en otras partes de Asia también se puede encontrar, en especial en los chutneys indios o en algunos platos thai. Los platos agridulces tienen una tradición de siglos y atraviesan distintas culturas gastronómicas. Los aliños agridulces, por ejemplo, fueron populares en la comida europea medieval. Carnes, pescados y verduras eran cocinados con miel y vinagre. Esta tradición de marinar distintos productos en vinagre dulce, como pepinillos, champiñones y ciruelas, o recetas agridulces como carne con mermelada de zarzaparrilla, han perdurado hasta nuestros días en Europa del Este, Francia, Alemania, Grecia, Turquía y muchos otros países.
Pero también es verdad que la cocina china va mucho más lejos en el dominio de fragancias y estructuras. Los sabores agridulces están presentes en casi todas sus regiones y se utilizan de dos maneras diferentes: los platos pueden cocinarse en un wok con una salsa agridulce, como la famosa receta cantonesa de cerdo, o bien, se puede utilizar una preparación agridulce como dip para darle vida a las carnes grilladas, mezclando miel, ajo y vinagre.
El maridaje con este tipo de preparaciones es difícil, pero no imposible. La principal dificultad es precisamente su componente dulce. Como lo sabemos, por regla general, el plato siempre tiene que ser menos dulce que el vino. Por ejemplo, si preparan un pescado con un chutney agridulce, mezclando componentes picantes, salados, ácidos y –obviamente- dulces, les recomiendo Frontera Moscato. Su carácter dulce y floral acompaña muy bien el chutney, siempre y cuando logren un buen equilibrio cuando cocinen el ajo con ingredientes como azúcar, miel o fruta.
Por otro lado, el azúcar neutraliza las hierbas e ingredientes especiados, creando una armonía con platos que tienen un cierto nivel de picor. Para recetas agridulces, condimentados suavemente, por ejemplo con cebollines, cilantro y jengibre, necesitamos un vino de cuerpo mediano y con un rico bouquet como Casillero del Diablo Viognier. Este vino queda muy bien con un cerdo agridulce, pero también su rica acidez aguanta muy bien platos con carnes fritas, como el célebre pollo General Tso.
Uno de los componentes más utilizados en la preparación de recetas agridulces es la salada salsa de soya. ¡Y atención con los vinos! El sabor salado suaviza los taninos de los vinos, pero además destaca su alcohol, haciendo que se sientan más calientes y pesados. Pero, por otro lado, la acidez funciona muy bien con la sal. El vino y la comida se elevan y crean juntos una sensación de frescura en nuestro paladar. Es por eso que los vinos blancos jóvenes, frescos y aromáticos como Casillero del Diablo Pinot Grigio tienen prioridad con la comida agridulce. Lo pueden descorchar para acompañar desde camarones agridulces hasta carnes como pollo y cerdo.
La diversidad de sabores agridulces, sumado a la variedad de estilos de vino, provenientes desde la cordillera hasta el mar, nos brinda una amplia gama de oportunidades. Mi elección personal para la comida agridulce es el vino rosado. Añade a los platos notas florales muy interesantes y un toque de especias, especialmente cuando está elaborado a partir de la cepa Syrah como Casillero del Diablo Rosé. Este vino es ideal para armonizar con muchas proteínas, desde atún y pollo hasta cerdo y vacuno.
Por: Ania Smolec
Fuente: Concha y Toro
Hoy pensamos que la comida agridulce es sinónimo de cultura china. Pero la verdad es que en otras partes de Asia también se puede encontrar, en especial en los chutneys indios o en algunos platos thai. Los platos agridulces tienen una tradición de siglos y atraviesan distintas culturas gastronómicas. Los aliños agridulces, por ejemplo, fueron populares en la comida europea medieval. Carnes, pescados y verduras eran cocinados con miel y vinagre. Esta tradición de marinar distintos productos en vinagre dulce, como pepinillos, champiñones y ciruelas, o recetas agridulces como carne con mermelada de zarzaparrilla, han perdurado hasta nuestros días en Europa del Este, Francia, Alemania, Grecia, Turquía y muchos otros países.
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El maridaje con este tipo de preparaciones es difícil, pero no imposible. La principal dificultad es precisamente su componente dulce. Como lo sabemos, por regla general, el plato siempre tiene que ser menos dulce que el vino. Por ejemplo, si preparan un pescado con un chutney agridulce, mezclando componentes picantes, salados, ácidos y –obviamente- dulces, les recomiendo Frontera Moscato. Su carácter dulce y floral acompaña muy bien el chutney, siempre y cuando logren un buen equilibrio cuando cocinen el ajo con ingredientes como azúcar, miel o fruta.
Por otro lado, el azúcar neutraliza las hierbas e ingredientes especiados, creando una armonía con platos que tienen un cierto nivel de picor. Para recetas agridulces, condimentados suavemente, por ejemplo con cebollines, cilantro y jengibre, necesitamos un vino de cuerpo mediano y con un rico bouquet como Casillero del Diablo Viognier. Este vino queda muy bien con un cerdo agridulce, pero también su rica acidez aguanta muy bien platos con carnes fritas, como el célebre pollo General Tso.
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La diversidad de sabores agridulces, sumado a la variedad de estilos de vino, provenientes desde la cordillera hasta el mar, nos brinda una amplia gama de oportunidades. Mi elección personal para la comida agridulce es el vino rosado. Añade a los platos notas florales muy interesantes y un toque de especias, especialmente cuando está elaborado a partir de la cepa Syrah como Casillero del Diablo Rosé. Este vino es ideal para armonizar con muchas proteínas, desde atún y pollo hasta cerdo y vacuno.
Por: Ania Smolec
Fuente: Concha y Toro